Textos Rudolf Steiner

La Navidad (Espanhol)

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Rudolf Steiner
(Conferencia pronunciada en Berlín, el 13 de Diciembre de 1907)

 

La Ciencia Espiritual, cuando se la comprenda correctamente y  con suficiente profundidad, introducirá. al hombre en la vida real cotidiana mucho mejor que el modo de pensar materialista, pues éste no le acerca a ella, como se cree, sino que le aleja.

Ya en varias ocasiones he manifestado esto para destacar la misión de la Antroposofía. Quizá esta afirmación le cause extrañeza al hombre de nuestros días, pues prevalece la opinión de que la vida real constituye un terreno ajeno a la Ciencia Espiritual, y que la Antroposofía no conduce a ella: la verdad es que sí nos introduce en ella, desde lo más menudo hasta lo más importante. La Antroposofía es capaz de solucionar todos los graves problemas actuales, tal como conviene para que la humanidad realice la plenitud de la vida.

Toda confusión; toda situación anormal, todo problema de nuestra época, que la  gente trata de solucionar de manela improvisada, todo esto solo podrá abordarse venturosamente si nuestros contemporáneos hállanse dispuestos a compenetrarse de las verdades antroposóficas.

En esta charla, nos dedicaremos especialmente al aspecto emotivo del conocimiento espiritual, para darmos cuenta de que, desde semejante aspecto emotivo, la vida moderna se nos antoja abstracta, vacía, demasiado intelectual y conceptual. Por ejemplo, cuandoT se acercan las grandes fiestas religiosas: Navidad, Pascua o Pentecostés, se observa que relnan formas exteriores, ciertas costumbres y adornos superficiales. Muy poco nos ha quedado de lo que nuestros antepasados sentían con gran intensidad; ese sentimiento profundo que, en tales días, puede penetrar El alma, y que relnaba aún en nuestros antecesores, la relación entre el hombre y el Cosmos y su fondo divino. Semejantes rasgos emotivos surgían especialmente durante las épocas festivas, porque eran una realidad para el alma. En estas temporadas, el alma tenía sentimientos distintos a los de los demás días del año.
 
importa el hecho de que no todos los componentes de la especie estén en el mismo lugar del mundo: el león del jardín zoológico pertenece al misno yo común que otro en Africa. Estos yoes comunes son unidades absolutas em el mundo astral, y del mismo modo que la personalidad de Uds o la mía, son personalidades absolutas en el físico, así lo es el yo grupal en la región astral. Así como los diez dedos pertenecen a mi. persona individual, así todos los leones pertenecen al Yo grupal felino. Y si fuese posible investigar todos los grupos animales en la región astral, notaríamos que la característica predominante de su yo grupal es la Sabiduría, por poco sabios que nos parezcan los ejemplares individuales que deambulan por la tierra,

En efecto, las características particulares de los varios animales en la tierra, nada tienen que ver con la personalidad animal en la región astral; así como nuestro dedos no revelan nuestro yo individual, así tampoco un animal individual muestra las características de su yo grupal. Dichos yoes grupales actúan con sabiduría, y mucho más sabias de lo que uno se imagina, son las almas de las especies animales. Lo que los animales hacen en la tierra, es una manifestación de su yo grupal, que mora en la periferia de la tierra. Observando el vuelo de las aves que parten por otoño y regresan en la primavera, nos preguntamos: “?Quién es el sabio guía de ese vuelo?”, Entonces el investigador espiritual hallará que los yoes de grupo de las diferentes especies, actúan como genios directores. En toda la fauna de la tierra, vive el yo astral que, para la región astral, es un yo tanto como lo es el yo humano aquí, sólo que más sabio que nuestro yo terrestre. Todo lo que en el reino animal ostenta sabiduría, es manifestación de dicho yo grupal.; y así, nuestra conducta en la vida adquiere un nuevo cariz cuando nos enteramos que, a cada paso, nos movemos por entre seres invisibles, cuyos actos podemos observar, por ejemplo, en la conducta de los animales.

El yo del reino vegetal, si así podemos llamarlo, se encuentra en una región aún mucho más elevada que los yoes grupales de los animales: en el mundo espiritual, llamado también “Devacán”. Existen muy pocas de semejantes entidades del yo vegetal, porque cada una abarca muchas plantas, un sinnúnero de variedades, y su localización se halla en el centro de la Tierra. El planeta Tierra, es un organismo único, y del mismo modo el cabello pertenece a nuestro organismo, así también las plantas son partes del organismo terrestre; no son entes autônomos, sino miembros del organismo telúrico. Dolores y alegrías del mundo vegetal, son dolores y alegrías del organismo terrestre. Cuando dañamos a una planta en alguna de sus
 
Toda aparente desintegración y d.estrucción del mundo pétreo, ocasiona a la Tierra placer, y toda consolidación y cristalización le produce dolores. Así, en el suelo que pisamos, toda piedra, todo mineral ha sido formado en condiciones dolorosas. He ahí lo que sucedió, más o menos, al solidificarse nuestro planeta.

Echando una mirada al futuro de la Tierra, hemos de imaginar que todo lo que hoy es fijo y duro, quedará disuelto y líquido nuevamente; y cuando la materia se halle más afinada y enrarecida, el planeta Tierra se transformará en Tierra Astral.

De este modo, en la primera mitad del gran ciclo telúrico, los ingredientes minerales se consolidaron mediante dolores, y crearon el suelo fijo y duro, para vivir en él, en tanto que durante la segunda mitad del ciclo, la Tierra se impregnará de una sensación de bienaventurado bienestar, evolucionando hacia la condición de planeta celeste, astral en el universo.
Los Iniciados siempre expresaban profundos secretos en sus aforismos, que siempre tenían más de un sentido para que el hondo significado quedara sólo abierto a quien “tuviera oídos”. Las palabras de San Pablo, un iniciado, siempre encerraban multiple significado. Cuanto más progresemos en el entendiniento del Cosmos, tantõ más profundas nos resultarán ias máximas de San Pablõ; él sabía que el cuerpo de la Tierra había quedado endurecido mediante el sufrimiento y suspira por su disolución, su celestial espiritualización. Dijo: “todas las criaturas gimen en dolores, esperando ser adoptadas”. Los dolores á que alude San Pablo en estas profundas palabras, son aquellos bajo los cuales se consolidaron los minerales que forman la superficie de la Tierra.

Si la Ciencia Espiritual no es para nosotros otra cosa que un sistema de pensamientos, no la entendemos; lo que la caracteriza es que las ideas pasan a ser sentimientos, y que nosotros cambiamos todo nuestro modo do ser, por el hecho de que, a cada paso, aprendemos a sentir lo que vemos. Así lo expresaban los que sabían algo de la doctrina esotérica del cristianismo. En efecto, hasta en el siglo XVIII Hallamos a autores cristianos que aún sentían lo vivo em la Naturaleza, con todos sus placeres y dolores. De ahí que, en sus escritos, usen términos que, para nosotros, hoy día, no pasan de meras palabras; a lo sumo, quizá nos parecen alegorías y símbolos, cuando, en verdad, sori realidades: “No debéis tan sólo pensar en la Naturaleza, sino sentirla,
 
Los que tienen una vivida intuición de todo esto, saben que, cuando el sol se levanta hasta su mayor altura, desde la primavera hasta el otoño, todo lo que crece y florece es manifestación externa del espíritu terrestre; luego, cuando se acerca el otoño, se encuentran en presencia inmediata del cuerpo astral telúrico que empieza a libertar-se; y cuando los días se acortan, es decir, cuando la externa vida física se aproxima más a la condición de sueño, la vida espiritual despierta. Y ?qué es, en realidad, esa “vida espiritual” terrestre? ?Quién es el Espíritu de la Tierra?” Este “Espíritu de la Tierra” se ha llamado a sí mismo con este nombre cuando hablaba así: “Quien come mi pan, sobre mí pone el pie”; dijo además, indicando lo que la Tierra produce de alimento sólido para los hombres: “este es mi cuerpo”, y refiriéndose a los zumos vitales, afirmó: “esta es mi sangre”. Con estas dos afirmaciones, El identificó la Tierra misma como Su propio organismo.

En los tiempos anteriores a Cristo, todo era distinto a lo que siguió después, porque las condiciones de la era cristiana no se establecieron hasta determinado momento del desarrollo telúrico. En la temporada de los días cortos, cuando tenían lugar los sagrados autos de los Misterios de la Ântigüedad, los adeptos que iban a ser iniciados, se inclinaban con toda su alma antr el Sol. En la profunda Medianoche cósmica, conocida por nosotros como “Noche Buena”, habían logrado la disposición que les permitía “ver el Sol en la medianoche” y, en ese momento, quedaban elevados a videntes. La gente de hoy no tiene la facultad de poder mirar al Sol a medianoche, porque se encuentra al otro lado de la Tierra; mas para el vidente, la sustancia terrestre no era impedimento para mirar el Sol; lo veía en eu sustancia espiritual. Y cuando los videntes en los sagrados Misterios miraban al Sol de medianoche, veían al Regente del Sol, Cristo, porque en aquellos tiempos, para los que habían de entrar en contacto con El, El se encontraba todavía en el Sol solamente.

Cuando, en el Gólgota, fluía la sangre de las llagas, este Acontecixnjento tenía hondo significado para el desarrollo de la Tierra, Nadie puede comprenderlo, si no entiende que el Cristianismo descansa en un Hecho Místico. Si fuera posible que algún vidente, desde un planeta lejano, hubiese observado el desarrollo de la Tierra, a través de los milenios, no sólo habría visto el cuerpo físico de la Tierra, sino también su cuerpo astral, que le habría mostrado determinadas luces, colares y formas. De un momento a otro, esta cambió: aparecieron nuevas formas, nuevas luces y otros colares:
 
del Sol a la Tierra, incluyendo así a la Tierra en el tnabajo del Sol.

Es por eso que los primeros predicadores del Cristianismo, no se sintieron urgidos de hacerlo a base de sus palabras, sino que concedieron máximo valor a la predicacion, mejor dicho, a la revelución de la persoiiulidad de Cristo Jesus, diciendo: “A El hemos mirado, cuando estuba con nosotros en el Monte Sacro”. Valorizaban el hecho de que El estuviera allí y que Le hubieran podido ver. “Hemos puesto nuestras manos en Sus llagas”: tocarlo a El, eso era lo importante. De este Acontecimiento Histórico arranca tódo el futuro desarrollo de la humanidad en nuestra Tierra. Esta es lo que se ha sentido en aquellos tiermpos y, por eco, los discípulos dijeron: “Insistimos en la importancia de que hayamos estado con El en la Montaña Sagrada”; pero, además, concedieron gran significado a que “el Verbo de los Profetas se hizo verdad en El, el Verbo originado de la Verdad y de la Sabiduría”, Y lo que sabían los profetas de antemano, se ha cumplido. En aquellos tiempos, la palabra “profeta” significaba “iniciado”, facultado de poder vaticinar a Cristo porque ellos Le habían observado en los antiguos Misterios Sagrados, en la medianoche de la Noche Buena. Los primeros discípulos de Cristo vieron en el Hecho del Gólgota el cumplimiento de lo que siempre se había sabido, y en sus sentimientos se produjo an cambio total.

Remontando hasta los tiempos pré-cristianos, y más aún, encontramos que toda amor iba unido a los lazos sanguíneos. Todavía en el pueblo hebreo, en que Cristo tuvo Su origen, vemos al amor meramente entre parientes: se aman los que poseen la misma sangre. También el amor descansaba en la base natural de consaguinidad. El amor espiritual, independiente de la sangre y de la carne, comenzó en la Tierra con Cristo, y es importante para el futuro el cumplimiento de las palabras bíblicas: “Quien no deje a eu padre, su madre, hemanos y hermanas, mujer e hijos, no puede ser mi discípulo”. Quien supedita el amor a la base natural de la sangre, no es cristiano. El amor espiritual que vincula al género humano cual fuerte lazo de fraternidad, es el resultado del cristianismo.

Inversamente, gracias al cristianismo, el hombre conocerá también la máxima libertad, la mayor identidad interna. El salmista dijo: “Pienso en los días de antes, los años primeros”. En los tiempos precristianos, prevalecía la constante sensación de que las ideas se dirigían hacia los padres ancestrales; la sangre de ellos se experimentaba corriendo aún en las propias venas, y se sentia El propio yo unido al suyo. Cuando se queria
 
Lo que semejante fiesta significa, el hombre lo volverá a captar gracias a la guía que le ofrece la concepción espiritual del mundo. No será una doctrina abstracta, una teoría abstracta, sino que el hombre penetrará en la vida en toda su plenitud, enteramente saturada de alma, esta alma que sentimos también cuando vemos las piedras fragmentándose en la cantera; esta alma que sentimos cuando miramos el vuelo de las aves u observamos la guadaña cortando los cultivos, y la salida y puesta del sol. La sentimos con tanta mayor intensidad, cuanto más profundos son los acontecimientos que observamos. Y en los destacados puntos cardinales del año, experimentamos los puntos fundamentales del alma: y lo que para nosotros es de mayor importancia, es lo que aprendemos nuevamente en las épocas del año que marcan nuestras fiestas cristianas.

De este modo, las festividades volverán a henchir nuestras almas como un hálito vivo; y en semejantes momentos, el hombre se adentrará nuevamente en el pleno obrar y tejer de la naturaleza anímica y espiritual. Nosotros, los antropósofos, hemos de saber presentir, cual pioneros, lo que nuestras fiestas pueden llegar a significar en el futuro, cuando la humanidad capte de nuevo el espíritu de las fiestas. Contribuimos a generar las energías que, en el futuro, guiarán al hombre a una nueva comunión con el mundo externo si, en días como el de hoy, participamos con nuestro sentir e intuir, en el sentir e intuir de la Naturaleza, y si recordamos, en estos momentos trascendentes, el mensaje que la Ciencia Espiritual trae de nuevo a la humanidad. Entonces, ella será un hecho vital del alma, una “Vitaesofía”, y su mejor época será cuando el alma del Universo se inclina particularmente hacia nosotros, para a nosotros unirse de manera muy intensa.

 

Traducción del alemán de
Matilde Kersten Costerus,
refundida por Juan Berlín

 

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